El Trofeo Carranza

Por fin llego, la noche del Carranza. Duchita, ropita arreglada, pero cómoda para la playa, barbacoa, toalla, sombrillas para marcar territorio y sobretodo alcohol. Eso es lo que normalmente hacen todos los jóvenes de Cádiz el día de la final del Trofeo Carranza.
Para mi el sábado fue todo eso menos el alcohol, no es que no lo pueda tomar por la diabetes (haber no debo, pero un cubata o dos me podría tomar) sino que no me gusta demasiado.
Pues bien, después de correr para no perder el Cádiz-San Fernando Sur, Clara, la novia de mi primo Daniel no pudo coger nuestro mismo autobús, con la consiguiente mención de los muertos del conductor por parte de Daniel.
Comimos, bebimos, bailamos, nos reimos y por supuesto no faltaron los paseitos por la orilla buscando ligues...quien sabe si los encontramos o no.Lo pasamos bien hasta el momento en el que empezó la batalla campal en la playa, con botellas y palos de sombrilla volando por los aires. Afortunadamente no duro mucho (sólo los dos minutos que tardaron los antidisturbios en llegar).
Con el miedo porque la trifulca empezará de nuevo y sabiendo que quedaba poco para que la policía empezara echar a la gente de la playa para poder limpiarla, decidimos irnos ya...pero claro...una cosa es lo que pretendes hacer y otra es la que puedes hacer.
Dos autobuses llenos hasta la bola tuvimos que dejar pasar. A la tercera fue la vencida y por fin pudimos cogerlo, aunque llegamos aquí cuando ya eran casi las 8 de la mañana.¡Que sueño!
Los brazos de Morfeo me acogieron rapidamente con su silenciosa melodía, no sin antes recordar tu nombre y mirar tu foto en mi teléfono. Estúpida manía de amarte...